LA ENVIDIA

En los años de mi juventud, incluso antes de interesarme con temas espirituales, algo parecido a la envidia me visitaba a veces. Pero yo logré encontrar una manera, sin interferir en la vida de los demás, para que me permitiera conseguir el mejoramiento de mi propia vida. Al finalizar mis primeros estudios, adquirí una educación complementaria y entonces, con una carrera más, mudé para varios años al desierto a trabajar en una zona climaticamente extrema. Fue allí donde obtuve un nivel de mi vida por encima del mediano, y no se sorprenden, lo conseguí gracias a la victoria sobre mi propia pereza y gracias a mi renuncia a las comodidades vida metropolitana. 

De tal modo en el desierto, hace casi treinta años (1994), comenzó mi larga ofensiva contra la oscura e inexplorada parte de mi razón. Estudiando la envidia, entre otros deseos, pecados y pasiones, me dí cuenta de que la envidia comienza con un deseo de conseguir lo que realmente quiere ella, pero no hay posibilidad de eso. No hay nada malo en un deseo como tal. Pero más tarde, bajo presión de la insatisfacción, surgen las partes pecaminosas de esta emoción desde el celo y avaricia hasta la hostilidad y mala voluntad, aliados y cómplices, agrupados bajo la noción común que es la envidia. 

Ella tiene mil caras. Pueden surgir las envidias hacia el talento y la belleza, hacia pertenencias y el cargo más alto, hacia la felicidad de otra persona, hacia el bienestar ageno, hacia los éxitos espirituales y los demás éxitos del fulano, mengano etc. Al envidioso le carece de humildad. Él o sea ella están insatisfechos con lo que tienen, hasta con sus propias vidas.

La luz nos da días llenos de acontecimientos para ayudarnos a identificar nuestros defectos, para que se los prestemos nuestra atención y se los reduzcamos su cantidad. Cada día debería ser útil para nosotros, el ser humano lo ha merecido.

Deháganse de la envidia, también de otras cosas negativas, y la vida se voltará hacia Ustedes con su cara solar. No hay nadie quien nos obstaculice a conseguir nuestros objetivos en evolucionarnos a lo mejor. Pero al envidioso no le toca la oportunidad de alcanzar bienestar cambiándo a sí mismo a lo mejor; al contrario, en su alma o sea en su cerebro está creciendo ardiente pasión para que el fulano, mengano o zutano (hacia cuales él tiene celos) pierdan lo que tienen (porque el envidoso no puede tener lo mismo); aún peor, el envidioso está soñando con toda clase de desgracias para una persona feliz o exitosa, quien sea, o para que la persona, objeto de su envidia, desaparezcan del horizonte por completo.

Esta presión amplificada de la oscuridad surge del hecho, de que la envidia se conecta con un océano de formas similares a través de las resonancias, lo que repetidamente refuerza este flujo, y la oscuridad se precipita hacia la víctima. Si en la naturaleza de esta persona todavía se han quedado los restos de envidia, entonces el golpe alcanzará el objetivo. Funciona la misma Ley: lo Semejante Atrae a lo Semejante*.

La acción inversa le cubre al envidioso con un montón de problemas, quizás no de inmediato. Además, la envidia bloquea la fe, ya que oprime el funcionamiento del plexo solar, lo que interfiere en la conexión del espíritu con el cuerpo. La envidia también evidencia de la falta de humildad en la persona, lo que en mayor grado inhibe la redención y sobrecarga al nuevo karma. La envidia en conjunto con la vanidad, generan insatisfacción y el descontento, malevolencia y la agresión. Será muy complicado llevar los asuntos comunes, cuando en la plantilla laboral haya tal gente. En vez de avanzar hacia el objetivo común todos juntos, cierta parte del tiempo laboral productivo va a perderse en vanas aclaraciones con el gerente recursos humanos.

El hombre nunca recibirá de Dios más de lo que pueda dar a su prójimo de sí mismo. ¿Quieres recibir mucho?, ¡aprende a dar mucho, y ante todo, compartir calor de tu alma!

En mi vida hubo varias ocasiones, cuando yo recibía castigos por no entender lo que significaba la verdadera bondad. Se trata de mis préstamos a algunas personas para ayudarles economicamente. Y no esperaba de ninguna manera que esto causara pérdidas materiales para mí mismo. Más tarde, analizando la situación, me di cuenta, que en vez de cosechar agradecimientos, estuve sembrando las envidias de mis deudores hacia mí. El pensamiento del envidioso funcionaba algo así: si me estás prestando la plata, entonces una fortuna se pudre en tu armario. Asi como Vladimir Vysotsky* * en su famosa canción ilustró el problema matutino de los mendigos alcohoólicos anónimos: «…Ellos tienen más dinero que la hostia, mientras a nosotros nos falta cinco duros para quitar la resaca».

La vida es un magnífico profesor. Ella me dejó entender en situaciones duras lo que ayudar no significa siempre hacer la bondad. Hay que comprobar a través de las sensaciones cómo y a quién echar la mano. A veces la mejor ayuda sería una palabra de verdad sea amarga. Y no importa a cómo percibirá la persona esta verdad incómoda, por o en contra, ya que elegir es su derecho.

La erradicación de la envidia está en nuestras posibilidades. Para realizarla exitosamente se necesitan tres cosas: la fe inquebrantable, la humildad consciente y la prioridad de la meta espiritual por encima de todos los objetivos terrenales. Recuerdense por favor, donde hay la envidia, por allí ¡no haya Fe, ni Humildad, tampoco la Meta Espiritual! 

Yuri N.Lutsenko
Marzo del año 2023

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