HAY DOLORES QUE CURAN

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Algún día leí un poema con el inicio inolvidable «Hay dolores que matan, hay dolores que curan…» Esas palabras me impresionaron tanto, que surgió una autopregunta: ¿si nuestros dolores emocionales, a pesar de hacernos sufrir, al final nos están curando, porqué y cuándo lo pasa?

La respuesta resultó formulada casi inmediatamente, porque se había sufrida en mis propias experiencias y fue tal: es porque yo identifico los errores, ante todo, al analizarlos profundamente y al reflexionar muy criticamente, digamos, sin autocompasión y, segundo, si esos errores yo estoy percibiendo no como los de otras personas, sino como los míos, personales, sea los celos, la envidia, etc.

Es muy importante no ocultar errores cometidos de nosotros mismos, sino reconocerlos y mantener bajo el control hasta que se hubieren desaparecido. Sería mejor de absolvernos el problema en su inicio para que, en futuro, él no se hubiere manifiestado en su plena totalidad. Entonces la conciencia, en alianza con vergüenza y el dolor, serán sus mejores medicinas en el período de agudización, ayudándoles a ustedes a lidiar contra errores cometidos anteriormente, para anularlos más pronto posible.

En el arte médico existe un concepto paradójico nombrado «remisión tras exacerbación». Para superar una enfermedad dilatada, el enfermo deberá de llegar hacia el punto máximo del padecimiento. Para entender mejor esa paradoja, imagínense que el problema médico grave sería una montaña muy alta y el enfermo sería un escalador ... ¿Listo ya? Pues bien, al finalizar su ascenso largo y tedioso ¿qué hace el escalador? Claro que inicia la bajada del pico. Lo mismo con el enfermo y su enfermedad. Para poner en marcha su descenso, es decir saneamiento del problema dilatado y tedioso, entoces, al enfermo no queda más que el último remedio, alcanzar la cima de su desesperanza.

Al enfermo le agobia una fuertísima frustración a consecuencia de la continua desesperanza, cuando, en un momento menos esperado por él mismo, de golpe, se despierta su voluntad. Y en ese momento él ya ve claro, de cual manera habría podido descender de la montaña, sin miedo ante el abismo y cual de los senderos bajantes habría sido más correcto y menos peligroso.

Deberíamos tratarnos de reconocer con humildad nuestras equivocaciones, acordando con la espinosa idea de inferioridad humana ante la voluntad del Todopoderoso; y entonces entender la verdadera causa de enfermedades, de las enfermedades remitidas por Él desde el Cielo vía la Tierra, de las enfermedades destinadas para frenarnos en la vida loca, de las enfermedades para que reflexionemos en serio frente al peligro mortal. ¿De veras nuestra enfermedad actual es la consecuencia de nuestros pecados cometidos anteriormente? Me parece que existe una obvia relación entre lo primero y lo segundo. 

Al fin y al cabo, cada uno de nosotros talvez se sentía un dolor fuerte y duradero por haber actuado en contra de su conciencia, su vergüenza, ojalá solo una vez en su vida ¿verdad o no? ¿Saben porqué, en aquel entonces, ustedes no pudieron hacerle frente al dolor? En mayor grado, me atrevo a diagnosticar, fue debido a la falta de voluntad en reconocer aquel error, hoy ya casi olvidado.

Una vez llegar al pico del problema (me dirijo a los desanimados), ustedes alcanzarán al entendimiento de importancia y eficacia de la voluntad personal, el único remedio para despedirse de dolores emocionales; y cuanto antes su voluntad hubiere empezado a actuar, más fuerza y posibilidades tendrán ustedes para quitar el problema antes de llegar hacia el punto crítico.

La luz no tolera las tinieblas y no puede convivir con la oscuridad, ayudando paso por paso a expulsarla de nosotros. Si evitamos el autocontrol, si huimos del reconocimiento de nuestros pensamientos y emociones negativos, si nos escondemos de ellos al estilo avestruz, entonces con tiempo nosotros dejaremos de notar los errores posteriores, incluso los momentos más negativos en nuestro comportamiento. ¡La luz ya no será nuestro aliado! Es porque anteriormente, hemos logrado quitar el dolor huyendo de él al refujio temporal y falso, cual se nombra la oscuridad.

¡Seamos capaces de admitir nuestros errores cara a cara con nuestras conciencia y vergüenza, es decir detectarlos y corregirlos nosotros mismos! Es muy importante. ¡Aprendamos a confesar nuestros errores no ante cualquiera, sino ante nosotros mismos! A veces es mucho más difícil confesar ante tu conciencia que ante un ser humano. Tú puedes mentir a cien mil personas, tú podrías confesar al sacerdote nueve pecados menos el décimo, pero jamás hubieres podido engañar a ti mismo porque un día tu vergüenza y tu conciencia se despertarán y... ¡No nos olvidémos el final trágico de Judas Iscariote!

¡Séan sinceros con ustedes mismos! ¡Admitan sus errores a tiempo! ¡Dios les bendiga!

Hay dolores que matan,
Hay dolores que curan.
Entre santos y sátan
La batalla perdura.

En el mundo festivo,
Hoy en día y antes,
Con el son emotivo
Reina peste danzante.

Yo elijo la fiesta
Del Domingo Sagrado.
Con dolor manifiesto
Mi amor humildado.

Al umbral Paraiso,
Salvación de tinieblas –
Solo rezos sumisos
Con incienso en nieblas.

Humildad o pasiones,
El amor o amores…
Diantre da ilusiones,
Dios nos cura dolores.

El poema de Olga Bastet,
la traducción literaria
de Andrei Smirnov
Pinchuk Lapitsky.
                           Olga Bastet

Julio del  año 2023
Lda. A. A. Stryguina, psicóloga
Traducido por Lic. Andrei Y. Smirnov 

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